La sangre nuestra

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Cada equipo habla su propio idioma, y en este partido Alfaro le dio a Boca una lengua contenida. Hubo que ajustarse cinturones y pasar ante Vélez por la única hendija disponible…

Cancha llena, corazón palpitante, presión ambiental por las nubes y 90’ por jugar agigantados de antemano por las discusiones sobre Zárate, la sangre caliente de Vélez que nos hizo pasar momentos pésimos en el ST de la ida y el rol de la suerte en los partidos terminales. Con ese yunque sobre su pecho salió Boca a imprimir su checking a las semis de esta copa súper.

El lado bueno: que todas las especulaciones y hasta la imagen del primer partido podían desaparecer detrás de un acto aparentemente sencillo como ganar aunque fuese por un pelo. Cada equipo habla su propio idioma, y en este partido Alfaro le dio a Boca una lengua contenida. Con siete jugadores formados para la contención (aunque es obvio que Más, Buffarini y Nández tienen prestaciones secundarias de despliegue), Tevez de llevador y Villa y Zárate de perforadores. En esas condiciones era difícil que pasara algo, pero pasó porque esta vez la sangre fue de Boca. Una tapada de Hoyos a Villa, un tiro libre de Mauro en el travesaño y luego todos al túnel para refrescar ideas.

El partido físico a altas temperaturas siguió su curso. Apareció Andrada para salvarnos. Boca había vuelto a las fuentes con un fondo de cuatro. Y entre las rectificaciones, desembocamos en los penales. Ustedes saben por padecerla o celebrarla que la de los penales es una experiencia perversa conocida como “lotería”. Hubo que ajustarse cinturones y pasar por la única hendija disponible. Para la historia universal de la pasión y el rencor, queda la imagen de Zárate gritando su penal contra su club y su familia disfrazado de nadador de aguas profundas.