Barre Buffarini, barre y levanta a la Bombonera. Barre, se adelanta y se detiene un segundo para enviar el centro justo… Se mueve perfecto Reynoso, intuye y lee perfecto la jugada, ataca el espacio y mete el cabezazo certero, contra un palo, inatajable para el gigante arquero de Jorge Wilstermann.
Garra y fútbol se conjugan en una jugada, una jugada que a Boca le sirvió de desahogo a los 35 minutos, el tiempo que le llevó para destrabar el partido ante el equipo boliviano. Y lo hizo con esa bandera 2019 que es Buffarini y con el jugador distinto que es Reynoso.
Antes, había llegado por la prepotencia de tanta jerarquía pero no con tanto juego. Hasta había desperdiciado un penal, el que le atajaron a Benedetto. Después, Andrada le sacó un tiro libre espectacular al Pochi Chávez, Mas salvó en la línea el remate posterior y dominó el desarrollo con claridad. Sólo debió cuidarse de los golpes de los jugadores rivales.
El paso de los minutos sirvió, además, para que Benedetto quebrara su sequía con un bombazo tras un penal que no fue y en el que Tevez y Nández lo convencieron para que lo pateara.
Vale, y vale mucho el triunfo para Boca que terminó en goleada por la aparición de ese Mauro Zárate que se consolida como goleador del ciclo pero que para Alfaro es suplente. Para levantarse de la caída con Paranaense, para afirmarse en el segundo puesto e ir sin tanta presión a Colombia y para mantener la esperanza de arrebatarle el liderazgo a los brasileños.
Para lograrlo, deberá afirmar muchísimo más un estilo de juego, mejorar en lo colectivo, tener más generación de juego y sostenerse en su gran plantel.