“Dependerá de cómo nos vaya”, esa medida que parece una pista. Este fue el título al día siguiente de la eliminación de la Argentina del Mundial de Rusia. Nadie sospechaba los planes que guardaba el capitán para su selección, pero rastrillar algunas huellas y atar otros cabos permitía suponer que Lionel Messi entraría en pausa.
La AFA se encargó ayer de confirmarlo a su manera, siempre con la desaconsejable metodología de dejar correr el rumor y certificarlo solo en off. Aquella frase del rosarino sobre su futuro en el seleccionado, antes del debut con Islandia, encendía la alerta: un mazazo resultaría muy difícil de digerir. El paso por el cuarto, su peor Mundial, lo estremeció.
El dolor aún latente y la incertidumbre que rodea la reestructuración lo mantendrán inactivo en clave albiceleste y exclusivamente enfocado en Barcelona. ¿Por cuánto tiempo? Quizá, ni él lo haya decidido. Por ahora no participará de los próximos amistosos contra Guatemala y Colombia, en septiembre.
Las últimas horas aceleraron una determinación. Temporal, pero siempre significativa tratándose de Messi. El diálogo telefónico que precedió a la noticia fue entre el jugador y Lionel Scaloni, el entrenador interino de la selección. Los une una cómplice relación.
El primero en ser notificado de la determinación fue el presidente de la AFA, Claudio Tapia. La idea era que no trascendiera más allá de estos protagonistas, pero desde la AFA se ventiló la novedad. Con dudosa intencionalidad. En cualquier caso, fue desprolijo.
Hay un antecedente parecido, pero diferente. Esta vez no renunció, esta vez el anuncio no lo hizo Messi. “Ya está. Se terminó para mí la selección. Lo intenté mucho, me duele más que a ninguno no poder ser campeón con Argentina, pero es así, no se dio y lamentablemente me voy sin poder conseguirlo. Ya son cuatro finales, no es para mí”.
“Lamentablemente lo busqué, era lo que más deseaba, no se me dio, pero creo que ya está”, había sentenciado todavía en las entrañas del Metlife Stadium, en Nueva Jersey, luego de otra derrota por penales con Chile en la Copa América de 2016. La tercera consecutiva, tras las decepcionantes finales de 2014 y 2015.
La decisión se desbarató rápidamente. Apenas seis días después de esa revelación de Messi, se anticipó que el capitán volvería a la selección. En definitiva, aquella vez no faltó ni un partido. Renunció el 26 de junio de 2016 tras caer otra vez por penales en una final por la Copa América, y al encuentro siguiente, en la reanudación de las eliminatorias para la Copa de Rusia, el 1° de septiembre fue el capitán de la selección en la victoria 1-0 sobre Uruguay, en el estreno del ciclo Bauza.
Esta vez, seguro no estará en dos amistosos. Quizá sean seis, si su paréntesis se extiende hasta fin de año, como desde la AFA aseguraron. Nadie puede asegurar cuándo volverá y hasta la Copa América del año próximo, en Brasil, entra en un cono de vacilación. Pero aunque no hay certezas, tampoco nadie cree que Rusia haya sido su despedida.
Al capitán nadie lo ha escuchado públicamente en los últimos 49 días. No dialoga con los medios desde el 26 de junio, cuando la Argentina accedió a los octavos de final del Mundial tras superar a Nigeria. A la eliminación con Francia la siguió el silencio. No detenerse frente a los medios en Rusia evitó que quedara preso de algún testimonio.
Impidió que su decepción lo llevara a precipitar alguna determinación. Su renuncia luego de perder la final de la Copa América de 2016 y el posterior regreso en el ciclo de Bauza quizá fue un aprendizaje. Prefirió contemplar. Por eso desde su círculo no se atreven a asegurar que la posición de hoy no sea revisada más adelante. Lo concreto es que no estará en los amistosos del 7 y 11 de septiembre ante Guatemala y Colombia.
Una pausa. Demasiadas variables pueden influir en su futura postura. Desde la actitud que asuma la AFA, la espesura del nuevo proyecto, la designación de un entrenador, y hasta la profundidad que alcance la sangría de los futbolistas históricos. Oficialmente, ya se marcharon Mascherano y Biglia.
La Argentina hoy no lo necesita futbolísticamente. Parece una temeridad tratándose de una selección en ruinas, pero vale explicarlo. No se aproxima un Mundial, ni siquiera las eliminatorias para Qatar 2022. El amistoso más trascendente antes de fin de año podría ser contra Brasil, en octubre o noviembre, en Miami o Ryad. Nada determinante. Incluso, un reciente sondeo con exreferentes arrojó que sería conveniente “dejarlo en paz” al menos hasta 2019.
Económicamente tampoco representará un inconveniente. “Este semestre se puede aguantar”, dijeron en la AFA sobre su ausencia. Es que el contrato firmado entre la AFA y Torneos establece que el cachet por amistoso en el exterior no varía si Messi está entre los convocados o no. Torneos paga 1,4 millones de dólares, más otros US$ 300 mil en concepto de derechos televisivos de los partidos. Las condiciones cambian cuando los encuentros se organizan en la Argentina, algo que, por ahora, no sucederá.
Más temprano que tarde, la selección deberá convivir con el recuerdo de Messi. Algún día, definitivamente se retirará. Mejor, comenzar a habituarse a la idea cuando su reinserción todavía es posible. Y construir un equipo más allá de él, que luego se enriquezca con él. Scaloni buscará darles rodaje a algunas opciones. Legado para su sucesor. Rejuvenecer a la selección más vieja en el último Mundial. Con el próximo domingo como plazo máximo, el DT entregará su primera lista, con la sociedad ofensiva Icardi-Lautaro Martínez como bandera del recambio.
Otros futbolistas que figuran en una carpeta de alrededor de 40 apellidos son Ascacibar, Paredes, Rulli, Kranevitter, Pezella, Ocampos, Foyth, Ramiro Funes Mori, Lucas Alario, Ángel y Joaquín Correa, Gio Simeone y Santiago Cáseres, el ex Vélez, hoy en Villarreal. Claro, sin perder de vista a Dybala, Lo Celso, Pavón y Maxi Meza que estuvieron en Rusia. Quizá, llegue el bautismo para el zaguero xeneize Lisandro Magallán y el volante Matías Vargas, de Vélez. La joven guardia tomará el control durante la pausa del capitán.