Reunión clave con el FMI: el Gobierno promete déficit al 1,9% e inflación al 50% en 2023 y hacer cambios en el “dólar Qatar”

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Sergio Massa tiene el aval del presidente y la vicepresidente y espera cerrar positivamente la revisión del segundo trimestre y asegurarse desembolso de USD 4.000 millones en octubre. Su objetivo en el corto plazo es que la brecha caiga al 70%.

Sergio Massa afrontará mañana un verdadero “súper lunes” en su gira por Washington, antes de su regreso a Buenos Aires. Se entrevistará con el número dos del Tesoro norteamericano, David Lipton, y con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. Tras estos encuentros se espera un comunicado conjunto del organismo dando el visto bueno a las metas del segundo trimestre y al próximo desembolso de USD 4.000 millones. No resultó precisamente un trámite: los negociadores argentinos tuvieron que explicar el incremento de gasto público 10,7% puntos por encima de la meta comprometida que dejó Martín Guzmán justo antes de renunciar.

Los esfuerzos de Massa y la comitiva que lo acompaña pasa por demostrarle al Fondo que se va en el “camino correcto” en materia fiscal aun cuando los números no cierren del todo. De hecho, habría un desvío de $ 50.000 millones en el tercer trimestre y la meta anual de 2,5% de rojo primario podría no cumplirse: aún resta un recorte de $ 270.000 millones para llegar a ese objetivo, que políticamente parece imposible de lograr en tan pocos meses.

El FMI estaría dispuesto a hacer la “vista gorda”, teniendo en cuenta los esfuerzos que está realizando la nueva gestión de Massa por bajar el gasto en términos reales y al mismo tiempo por acumular reservas, a partir de la implementación del “dólar soja”.

En la reunión del lunes con la titular del Fondo también habrá un compromiso de Massa en relación al 2023: confirmará la vocación por cumplir con la reducción adicional del déficit fiscal a 1,9% del PBI, tal como se firmó en el acuerdo de enero. Y el jueves, ya en Buenos Aires, será el “Día D”, ya que deberá presentar un adelanto del Presupuesto 2023 ante el Congreso, tal como sucede todos los años.

El dato más impactante de lo que se está elaborando está relacionado con la inflación. Su objetivo es conseguir una reducción drástica el año próximo, básicamente bajándola a la mitad. Esto es, devolverla a niveles del 50%, tras el pico superior al 90% que se espera para este año. La mayoría de los economistas piensa exactamente lo contrario, es decir que la inflación del año próximo sería incluso mayor que la de este año.

La meta de reducción fuerte de la inflación es sumamente compleja, pero Massa cree que es alcanzable, a partir de distintas variables: menor emisión monetaria, tasas de interés altas e inevitablemente un enfriamiento de la actividad económica en los próximos meses, que sería leve.

También debería ser funcional a la baja de la inflación una reducción adicional de la brecha cambiaria, que pasó de 130% hace un mes y medio al 85% reciente. El objetivo es que caiga al 70%, en búsqueda de una mayor “normalización” de la economía. Se podría lograr a partir de la actual aceleración del ajuste del tipo de cambio oficial (ya corre al 7% mensual, casi 90% anualizado) y una reducción adicional de los dólares financieros, que el viernes ya cerraron por debajo de los $ 280.

La baja de la inflación a niveles de 50% es una parte fundamental del plan que Massa le llevó tanto a Alberto Fernández como a Cristina Kirchner para hacerse responsable total del manejo de la economía, algo que nunca pudieron conseguir sus antecesores, Martín Guzmán y luego Silvina Batakis.

Semejante baja de la inflación, consideran, sería el principal argumento que permitiría llegar con chances electorales el año próximo. Pero lograrlo requerirá de algo extremadamente difícil de lograr: control del gasto público en un año de elecciones presidenciales y fuerte disciplina fiscal. En esta etapa es clave la visión de Gabriel Rubinstein.

El secretario de Programación Económica viene sosteniendo hace meses que, al revés de lo que suele pensar el kirchnerismo, dirigirse al equilibrio fiscal es mucho más reactivante que seguir gastando sin límite. La buena reacción de los mercados por las medidas de Massa confirma que es posible conseguir un cambio de clima entre los inversores.

Más que un “veranito”

El impacto de las medidas adoptadas por Sergio Massa ya va un poco más allá de lo que puede ser considerado un “veranito financiero”. Se aceleró la mejora en la cotización de bonos y acciones, la brecha cambiaria cayó del 100% y el Banco Central pudo acumular más de USD 1.000 millones en reservas netas. En esta última semana hubo dos medidas concretas que cobraron gran relevancia: la implementación del “dólar soja” a $ 200 para alentar la venta de la cosecha y liquidación de divisas, mientras que al mismo tiempo se aceleró el ritmo de la “tablita” diaria a la que aumenta el tipo de cambio oficial.

La reacción del mercado ante las medidas que fue adoptando el ministro de Economía resultó óptima. Pero al mismo tiempo aparecen las advertencias, que apuntan a la necesidad de seguir avanzando en cambios para evitar nuevos cimbronazos.

Lo que está claro a esta altura es que Massa logró despejar el horizonte de corto plazo. Esto es posible a partir del tipo de cambio especial para el sector sojero, que está obligando a una liquidación de divisas a un acelerado ritmo. Esto reduce claramente las chances de una devaluación brusca en los próximos meses.

En relación al mercado de pesos, el canje de bonos realizado por el Tesoro hace más de un mes por dos billones y la suba de la tasa de interés también despeja el volumen de vencimientos por lo menos hasta el primer trimestre del año próximo.

Efectos no queridos

Una de las principales salvedades de los economistas profesionales es que el “dólar soja” genera una serie de reacciones indeseables. Una de ellas es que obliga al Banco Central a comprar a $ 200 y vender a importadores a $ 140. De acuerdo a la consultora Inveq, la emisión monetaria derivada de esta medida podría superar los $ 600.000 millones, que luego deberán ser absorbidos para evitar un mayor impacto sobre la inflación. Además, genera un quebranto en la hoja de balance del Banco Central, que obligó al Tesoro a colocar una nueva letra en dólares intransferible a 10 años.

Cuidar los dólares

Desde varias cámaras empresarias como la Unión Industrial Argentina, la Cámara Argentina de la Construcción y CAME, expresaron su preocupación por la salida de dólares por turismo, ya que le quitan divisas a los sectores productivos.

Sólo en julio se perdieron de las reservas USD 750 millones por gastos y uso de tarjeta en el exterior. La posibilidad de encarecerlo vía nuevos aumentos de percepciones, es algo que analizará el equipo económico al regreso de Washington. El dólar ahorro seguiría igual, pero su impacto es muy inferior, hasta ahora unos USD 150 millones mensuales.

El tema lo puso sobre la mesa el propio secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, en un encuentro en Santa Fe el fin de semana: “La decisión política es destinar cada dólar a sostener el nivel de actividad”.

Si no se le pone un freno al agujero generado por el turismo, rápidamente los dólares que el Central está comprando a los sojeros se terminarán evaporando por otra ventanilla.Por eso, al regreso de Estados Unidos serán el propio Massa junto con el titular del Central, Miguel Pesce, quienes analizarán de qué manera se encarece el denominado “dólar Qatar”, en relación a los argentinos que viajarán al Mundial pero a costas de seguir quitándole reservas al Banco Central.