El equipo alternativo que puso Gallardo no encontró el funcionamiento y la T, con gol de Valoyes, consiguió un triunfazo en el Kempes.
River es otra cosa. River te asfixia, te fuerza errores y se distingue por la sincronización suiza de sus pases. Es inclemente en la zona de fuego, ya sea en el área o desde el perímetro. River es otra cosa. Un equipo muy distinto al que anoche perdió con Talleres.
River es un equipo, literal y conceptualmente hablando. Con nivel a tope te avasalla por el volumen de juego que es capaz de generar. Pero esto lo consigue apenas cuando conjuga a sus once mejores talentos –más Esequiel Barco y Juan Fernando Quintero, tocadas pero crocantes opciones de recambio. La rotación al 100%, en cambio, no surte el mismo efecto.
Gallardo aún no consiguió que el software corra en todos sus futbolistas de modo parejo. La caída en Córdoba lo probó: la falta de ritmo -y de intensidad- de algunos futbolistas impidió transiciones con pases precisos en velocidad. River, entonces, fue más un vals que un pogo de JiJiJi: respetó su coreografía pero a un ritmo inofensivo, demasiado dócil.
River no sólo que no atacó en continuado sino que le costó generar. Palavecino, Paradela y Pochettino no jugaron con la tensión ni con la exactitud que exigen los estándares de calidad de Gallardo, entregando a destiempo y forzando a Simón -por ejemplo- a realizar controles extra para perfilarse para desarrollar la teoría según lo esperado.
Defensivamente, además, le faltó la solidez del dúo Díaz-Martínez: aunque Maidana se mostró firme aun con desaciertos, González Pirez se mostró dubitativo y hasta pareció jugar con el clásico con Boca corriéndole en loop por la cabeza. En esa línea preocupó más la falta de profundidad de Elías Gómez -necesaria rueda de auxilio de Casco- que la de Emanuel Mammana, anoche titular por primera vez, tercera opción para el lateral detrás de Herrera post lesión de Rojas.
Talleres aprovechó esa desconexión ajena, lógica por la falta de ritmo en conjunto aunque a la vez poco habitual para River. Le alcanzó con una pirueta exacta de Valoyes para conseguir una ventaja que se sostuvo gracias al equipo compacto y balanceado que estructuró el luso Pedro Caixinha.
Una alineación que no deslumbra como la versión 2021 made in Cacique Medina, pero que anoche supo cuidar el 1-0, desaprovechando incluso las posibilidades de aumentar el score. Primero, producto de una extraña salida de Armani –se alejó demasiado de su arco, chocó con Maidana y dejó servida la pelota. Y, posteriormente, a través de un mano a mano fallado por Girotti, quien definió mal elevando demasiado su tiro.
River intentó ser River en Córdoba, sí. Fue precisamente cuando Gallardo reacomodó piezas y mandó al campo a casi todo su mediocampo de élite. Sin embargo, a excepción de De la Cruz quien entró y fue más incisivo que Paradela (a punto tal que un potente remate suyo terminó siendo desviado al corner por Guido Herrera) ni siquiera los habituales intérpretes ofensivos -Matías Suárez, Enzo Fernández, Andrés Herrera sobre el final, el voluntarioso pero nublado Braian Romero- consiguieron rendir y equiparar fuerzas para rescatar un punto.
Por eso el propio deté reconoció que “no salió lo que queríamos”: el plan de repetir libreto con distintos intérpretes no sólo falló sino que desnudó una brecha demasiado grande entre los titulares y quienes corren de atrás (muy de atrás) para ganarse una plaza. Y entonces en Córdoba, el que entendió la horma del partido fue el local. Y el que la sufrió fue River. Que con demasiado recambio pero muy poco juego a fin de cuentas no dio la Talle.