Desde 1944 no ocurría una situación de sequía hidrológica a este nivel», indicaron desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) sobre la bajante extrema en el río Paraná. Informaron que la preocupación por esta situación de emergencia, técnicos del organismo trabajan en articulación con el sector público y privado para determinar los impactos productivos y ambientales de este fenómeno y brindar recomendaciones.
Según mencionaron, la crisis del Paraná «no sólo es grave por lo pronunciado de la bajante, sino también por su prolongación en el tiempo». Y remarcaron: «En pocas semanas se inicia la tercera primavera en situación de bajante, y los efectos e impactos no sólo se observan sobre el cauce, sino que se propagan en lo profundo de los territorios aledaños al río».
Uno de los especialistas que forma parte de este trabajo es el director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del Inta, Pablo Mercuri, quien anticipó un panorama poco alentador. «Es muy probable que convivamos con la situación de emergencia que genera la bajante durante los próximos meses de este año», puntualizó.
Dijo que esta situación es previsible por el hecho de que la normalización del régimen hidrológico del Paraná llevará tiempo y dependerá de la regularización de las lluvias. En esa línea, indicó: «No sólo deben recuperarse los niveles hídricos de todos los reservorios naturales y de las represas en la cuenca alta, sino también el nivel de reserva de agua en el perfil del suelo de cinco estados del Brasil en situación de sequía histórica».
De acuerdo con Mercuri, «se esperan lluvias moderadas durante los primeros días de agosto en la Cuenca del río Iguazú, pero las lluvias en la Cuenca alta, se activarían luego del periodo invernal a partir de septiembre». Y agregó: «Dependemos de la magnitud y la frecuencia de las lluvias durante la primavera para visualizar el escenario futuro más probable».
El Inta elaboró un proyecto emergente para determinar los impactos sobre los sistemas de producción y los efectos ambientales acumulativos de esta prolongada bajante en los territorios, trabajando con los referentes y los especialistas de esta amplia región. Integran esta iniciativa el Centro de Investigación de Recursos Naturales y los Centros Regionales de la Cuenca (Buenos Aires Norte, Santa Fe, Chaco-Formosa, Corrientes, Entre Ríos y Misiones).
«Los tres ejes de trabajo se orientan a identificar y determinar los impactos, determinar la temporalidad, el momento en que más se agudice acorde a cada ciclo productivo y establecer las recomendaciones técnicas del Inta», explicó Mercuri.
Entre algunos de los principales impactos productivos se puede mencionar los de la ganadería, las arroceras, la apicultura, la pesca comercial y artesanal, los cultivos por los problemas de cargas portuarias, entre muchos que son tema de preocupación en distintos sectores.
El riesgo de incendios
Siempre teniendo en cuenta las consecuencias a corto plazo de este fenómeno en las zonas costeras, desde el Inta Santa Fe, describieron también los impactos ambientales entre los que se puede destacar el incremento del riesgo de incendios de pastizales dadas las condiciones ambientales que favorecen su propagación, la afectación de la biodiversidad tanto de la flora como la fauna y la dinámica de los humedales abastecidos por el río.
«Analizar la temporalidad también es importante», agregó por su parte Mercuri. Si bien el seguimiento de focos de calor mediante imágenes satelitales indica a la fecha que es menor a la cantidad ocurrida en el mismo período que el año precedente, es el momento de evitar el fuego dado la materia seca acumulada y seca por efecto del ingreso de olas de frío y heladas, lo cual se agrava por la falta de los cortafuegos naturales.
El Sistema Nacional de Gestión Integral del Riesgo recomendó hace unos días, en un comunicado ahorrar agua en el consumo diario y mantener constantes medidas de higiene, es decir, no acumular basura y controlar los insectos y cualquier tipo de plagas. También pidió no realizar quema de basura, pastizales o cualquier corteza vegetal, para reducir las posibilidades de provocar incendios.