La Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) está a un paso de vulnerar los preceptos democráticos que supo defender desde su creación, mediante una inexplicable prórroga fáctica de mandatos en beneficio de dos decanos que, con la pandemia como pretexto, podrían continuar en sus cargos dos años más sin haber sido elegidos por el plenario académico.
Cuando el Consejo Superior se reúna en el Rectorado de la calle Mayo las cartas estarán echadas a favor de una insólita estratagema que interrumpe la democracia interna de esa alta casa de estudios, por cuanto los decanos Miguel Barreto (Arquitectura) y Federico Veiravé (Arte) serán beneficiados con la extensión de sus mandatos sin el aval de la comunidad educativa, en franca violación del estatuto de la UNNE.
Una calificada fuente universitaria advirtió que “están a punto de consumar una violación de los reglamentos internos que echa por tierra los principios democráticos que la UNNE enarboló desde su nacimiento. Armaron una jugada para que dos decanos sigan al frente de sus facultades sin ser votados. Es un atropello a las tradiciones más sagradas de un templo de la democracia como ha sido históricamente la UNNE”.
La decisión de activar la maniobra “siga-siga”, así bautizada en alusión a la permisividad arbitral en el mundo del deporte, sentaría un precedente funesto para el funcionamiento de la universidad de cara al futuro, en razón de que los decanos son elegidos por 4 años con opción a una reelección, con lo cual pueden continuar como máximo hasta 8 años en sus cargos.
“En este caso están operando para que duren 10 años porque ya estiraron un año por la pandemia y ahora van por otro año más”, remarcó la fuente. Lo curioso del caso es que la treta por la cual se consumaría el estiramiento fraudulento de mandatos carece de trasfondo político, ya que los beneficiarios del artilugio pertenecen a fuerzas políticas diferentes: Barreto es de extracción justicialista y Veiravé es de origen radical, además de ser el hermano de la actual rectora, Delfina Veiravé.
Todo indica que la continuidad de facto pergeñada por las actuales autoridades de la UNNE es consecuencia de un estado de indolencia generalizada, una suerte de aquiescencia deliberada que se galvanizó en los últimos años a la sombra de la comodidad que proporcionan los cargos de conducción a una cúpula que se dice reformista en la teoría pero muestra una impasible tendencia conservadora en los hechos. Espejo de la formación intelectual de la sociedad a la que aportó figuras de relieve institucional y político, la universidad transita un precipicio ético del que podría salir severamente lastimada.
Cabe preguntarse qué opinarían los más reputados profesionales formados en sus aulas, hoy académicos de la talla de Juan Irala, actual titular de Extensión Universitaria, su antecesor Hugo Domínguez, el consultor Andrés Rabossi o un histórico como Oscar Valdéz. ¿Y los pesos pesados de la política actual ligados a la UNNE, estarán conformes?
Entre los notables ligados a la UNNE aparecen el gobernador chaqueño Jorge Capitanich, el ex ministro de Plan Belgrano Carlos Vignolo, y los senadores Sergio Flinta y Noel Breard, por citar algunos de los tantos graduados ilustres de la hasta hoy prestigiosa Universidad del Nordeste.
Aún hay tiempo de corregir el rumbo para evitar lo que podría desatar un escándalo con eventuales implicancias judiciales, ya que la excusa pandémica no se aplica a la vida interna de la UNNE por tratarse de una institución autónoma, con plenos atributos para la autodeterminación por el libre imperio de su estatuto, cuya vigencia persiste inalterable con o sin Covid-19.