A pesar de todas esas complicaciones, Alberto seguirá avanzando en su plan de “desmarcarse” de Cristina. Sosteniéndose en dos “patas”: por un lado, mandatarios extranjeros, con los que seguirá conversando, ya sea personalmente, ya sea a través de videoconferencias.
En el corto plazo, lo hará con Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, y con Jair Bolsonaro, su par de Brasil. Ello le dará un barniz de relevancia como líder político.
Por otro lado, en lo que refiere a los fondos que le permitirán “independizarse”, Alberto ya ha comenzado a dialogar con gobernadores de la talla del tucumano Juan Manzur. Este último le ha acercado a no pocos empresarios que están dispuestos a acercarle fondos frescos.
Sobre todo después de escuchar la semana pasada al ministro de Economía Martín Guzmán, quien tocó la melodía que querían escuchar. Por primera vez, nadie los retó por los problemas de la economía ni los desmesurados aumentos de precios.
Guzman reconoció ante todos ellos que la principal causa de inflación era la emisión monetaria, aquel tópico que venía negando el gobierno. Acto seguido, el ministro recibió aplausos de pie.
Lo único que une hoy a Alberto y Cristina es su embestida contra la Justicia. Por lo cual se espera una fuerte embestida que incluirá pedidos de juicio político, remociones y denuncias varias… Como dice una conocida frase, “no los une el amor, sino el espanto”.