¿La nueva Guerra Fría?

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La China Popular lleva muchos años espiando a las industrias más prósperas de occidente; también ha infiltrado a sus agentes en los gobiernos rivales a los que quiere debilitar.

El papa Pio V creó en el año 1566 la Santa Alianza con el objetivo de derrocar a la reina Isabel I y apoyar a la reina de Escocia, la católica María Estuardo. La Santa Alianza fue el primer servicio de espionaje y de inteligencia en la historia de la humanidad. “La Entidad”, como también se le conoce, ha estado al servicio de los intereses de los Estados Pontificios en un primer momento, de la iglesia, del Santo Padre y del Vaticano. Sin embargo, en 454 años, jamás ha sido reconocida su existencia por parte del papado.

Con el surgimiento del Estado-Nación tras la firma del tratado de Westfalia (1648), los servicios de inteligencia se convirtieron en una herramienta de los Estados para mantener, proteger, conservar y lograr sus intereses nacionales, la razón de ser de un Estado, fundamentales para la existencia de los mismos. Si miramos la coyuntura actual, las grandes potencias están luchando en todos los terrenos por hacer prevalecer sus intereses por encima de los de sus oponentes directos y están utilizando a sus servicios de inteligencia en países con gobernantes débiles que abandonen fácilmente la búsqueda de los intereses de sus naciones a favor de sus intereses personales o de los intereses de otros países. Una nueva edición de la Guerra Fría pacifica, políticamente correcta, auto sostenible y mucho menos costosa en términos militares.

La China Popular lleva muchos años espiando a las industrias más prósperas de occidente como lo denunció Bloomberg y Newsweek en su edición de octubre del 2018. Mas de 30 compañías de los Estados Unidos incluidas Amazon y Apple al igual que sus cadenas de suministros tecnológicos han sido objeto de robo de información y espionaje industrial. Un atajo de muchos años para poder estructurar un aparato económico que le permitiera acabar con las hambrunas y la miseria heredadas de la Era de Mao y que le diera el poder económico necesario para financiar su actividad imperialista. La China Popular también ha infiltrado a sus agentes en los gobiernos rivales a los que quiere debilitar. Por ejemplo el congresista del Partido Demócrata por California, Eric Swalwell, tenia a una agente del MSS chino dentro de su staff y hasta mantenía un tórrido romance con Fang Fang o Christine Fang. Swalwell fue miembro del Consejo de Seguridad Nacional (National Security Council o NSC).

El “Make America Great Again” (MAGA) del presidente Ronald Reagan que retomó el presidente Donald Trump ha representado un fuerte revés para los intereses de la China Popular que ha significado la salida de varias de las empresas de origen norteamericano a las que les hacían espionaje industrial y que, además, le daban enormes ingresos al Partido Comunista chino. Por eso no ha sido gratis la activa participación de los agentes del MSS chino en todo el proceso electoral de los Estados Unidos para darle la victoria al senador Joe Biden y poder volver a la época dorada china que promovió el mediático Barack Obama que, a propósito, ya no es el favorito de los estadounidenses según una encuesta realizada por Gallup.

Con base en el estudio de 4 de las más grandes y exitosas sociedades pre modernas se pudo concluir que la corrupción fue una de los varios motivos de su colapso. Richard Blanton uno de los autores del estudio “Colapso moral y fracaso del Estado: una mirada desde el pasado” publicado en Frontiers in Political Science (2020), dice: «Nos referimos a un inexplicable fracaso del liderazgo principal para defender los valores y normas que habían guiado durante mucho tiempo las acciones de los líderes anteriores, seguido de una posterior pérdida de confianza ciudadana en el liderazgo y el gobierno, antesala del colapso».

El Partido Comunista chino, hábilmente, involucró a los líderes nacionales y locales durante toda la administración Obama dándole negocios, contratos, paseos a Shangai con todo incluido y otras prebendas que hoy están saliendo a la luz pública como pruebas de la interferencia de la China Popular en los resultados electorales del pasado 3 de noviembre del 2020. Ha coincidido, por ejemplo, que los miembros del Partido Republicano que han manifestado su apoyo al senador Biden tienen negocios y contratos con empresas de propiedad del PCC y el hijo del senador Biden, Hunter, era miembro de la Junta Directiva de una de esas empresas. Al parecer también hubo interferencia de Rusia, Venezuela, Cuba e Irán, todos países que añoran el regreso al poder de los Demócratas que favorecieron sus intereses nacionales en detrimento de los intereses de los ciudadanos estadounidenses.

En esta nueva Guerra Fría los agentes secretos que logran infiltrarse en las altas esferas del poder tienen como objetivo corromper a los líderes para precipitar el fracaso de las naciones que presentan un potencial riesgo para sus intereses nacionales. Por eso en Estados Unidos han desempolvado las leyes de la época de la Guerra Fría para juzgar a todos los que hicieron pactos y negocios contrarios a los intereses estadounidenses a favor de terceros países considerados como “enemigos”. Hacer una guerra para imponer un modelo económico es absurdo tras 150 años de fracasos estruendosos del modelo comunista. Hoy la batalla que se libra es para mantener los intereses nacionales pero de una forma discreta, casi secreta.