Los hechos recientes en EEUU, sobre todo en los últimos días, muestran que desde hace rato hay un proceso de decadencia política e institucional que fue subestimado
¿Será Joe Biden el elegido, de consolidarse la tendencia que vemos hasta hoy? ¿Logrará Donald Trump demostrar en la Justicia que existieron serias irregularidades, consiguiendo remontar la historia y obteniendo la reelección? Hasta hoy, no lo sabemos. Lo que sí, pase lo que pase, el próximo mandatario, sea cual fuere, comenzará su gestión en un contexto de inédita deslegitimación en los Estados Unidos.
En febrero de 2018, Alberto Benegas Lynch (h) publicaba en Infobae su columna “Obama y el estado de la Unión”, donde hacía un duro llamado de atención: “Desde la época del segundo Bush, insisto en que Estados Unidos se viene ‘latinoamericanizando’ a pasos agigantados en el peor sentido de la expresión”.
Los hechos recientes, sobre todo en los últimos días, muestran que desde hace rato hay un proceso de decadencia política e institucional que, lamentablemente, fue subestimado.
Por lo pronto, el gigante del Norte tiene que aclarar un resultado que, sea cual fuere, será objetado por una grieta, que no tiene nada que envidiarle a la argentina. El perfil de Donald Trump, que se impuso ante un Partido Republicano que no supo frenarle el paso, terminó dividiendo a un país con sus luces y sombras. En lugar de apostar a la cordura y a una social democracia seria, el partido de enfrente eligió el populismo de izquierda para marcar la diferencia.
Ambas fuerzas necesitarían renovarse, pero el panorama es complicado. Lo menos traumático parecería ser una reelección del actual mandatario, que luego, por regla constitucional, debería volver a su casa. Pero con el correr de las horas, la victoria de Trump parece cada vez más lejana. De asumir el mando el Partido Demócrata, puede que se abra la caja de pandora.
La oposición norteamericana, demasiado volcada hacia la izquierda en la actualidad, podría dañar considerablemente las instituciones del país. Como si fuera poco, este escenario le daría la oportunidad de retornar a Trump dentro de cuatro años. Si bien el establishment republicano no lo quiere, el actual mandatario tiene el favor de los partidarios, que volverían a votar por él en una eventual primaria. Todo esto puede durar mucho más de lo que parece hasta ahora.
Hechos que abonan la imagen de la deslegitimación
Existe un factor importante antes de esbozar un escenario electoral que diste del actual. Se centra en la resolución del conflicto que hoy tiene resquebrajado a unos de los procesos democráticos más importantes del planeta.
Estos comicios presidenciales contaron, entre otras cosas, con la particularidad de una participación récord en más de 120 años. Se calcula que alrededor de 150 millones de estadounidenses —de los casi 238 millones que tienen derecho a voto— acudieron a las urnas o enviaron su voto por correo en estas elecciones, según datos emitidos por US Election Project y recogidos por LA Times.
Respecto al volumen de la población que sufragó se desprende otro dato no menos importante: al menos 64,8 millones de los votos fueron por vía postal. Esto equivale a una cifra que ronda el 40 % del total que seguirá siendo escrutado hasta el martes, por lo menos, que reinicia el conteo en Carolina del Norte.
En el momento que nos ocupa, Trump está en una cruzada por defender su puesto en la Casa Blanca que ya se tornó rocambolesca. Ahora, el cerco viene por todos los frentes. Su lucha no se limita solo a las urnas contra su contendor, Joe Biden. La batalla se extendió a las cortes de Pensilvania, Georgia, Michigan y Nevada, por nombrar algunas.
¿El motivo legal? Las denuncias de fraude en el conteo de votos que ha respaldado su equipo de campaña. Dichas tácticas han visibilizado una serie de inconsistencias cada vez más palpables dentro del proceso de votación por correo. Esta fue la principal preocupación denunciada por el republicano desde julio. Justamente hoy es el punto que le juega en contra.
Un sistema electoral frágil, un mandato frágil
Las acusaciones de Trump al sistema electoral estadounidense —ya manchado por las inconsistencias en el sistema que se presentaban desde agosto— también han sido y seguirán siendo vetadas por los medios de comunicación, algunos más subversivos que otros frente a sus declaraciones.
Las plataformas digitales se plegaron a la excusa que tacha los argumentos del presidente estadounidense como denuncias sin asidero. Twitter lo mira con lupa y cautela, Facebook también. Esto ha hecho que la trinchera del republicano se vaya diluyendo poco a poco, para quedar encerrado en territorios comunicacionales cada vez más angostos.
No obstante, la activación de esta batería legal y comunicacional impulsada por el carácter erigido siempre como «antipolítico» de Donald Trump, traerá también sus consecuencias: el sinsabor de todo el proceso que le llevaría a quedarse por cuatro años más en la Casa Blanca en caso de ser electo como ganador.
Allí convivirá con el fantasma de acusaciones, demandas y señalamientos a su proceder, que pueden traerle una fragilidad a su mandato que por ahora se distancia mucho del que era en 2016.
P.P.