El médico psiquiatra Gustavo Gómez hizo un análisis social del “marco de pandemia”. “Indefectiblemente, la salud mental se ha visto afectada”, dijo.
La vida cambió, y mucho. Sin duda alguna. Por obra y gracia del coronavirus, como nunca antes el temor se adueñó de nosotros en forma global. Y eso, claro está, tiene sus consecuencias.
Así lo ve y lo entiende Gustavo Gomez. Médico psiquiatra que por estas horas está más preocupado que nunca por el avance del consumo problemático en nuestra sociedad.
“Consumo no es solamente adicción a sustancias. El problema es hoy mucho mayor. No se trata de drogas, pastillas o alcohol, únicamente. La vida que se nos propone está plagada de consumos y esto es lo que debemos advertir para frenar sin prohibir”.
El doctor sabe perfectamente que esta pandemia tiene dos caras. Y que la que le corresponde a la salud deriva en una serie de inconvenientes que exceden claro está al contagio del coronavirus “indefectiblemente la salud mental se ha visto afectada. Algunas personas superan esta situación de manera más sencilla; otros son resilientes. Pero debemos considerar que un número importante de personas se deprimen, se angustian. Y en el mundo incluso hay casos de estrés y desesperación extremos que llevan hasta el suicidio”.
Por esto, Gómez insiste en la necesidad de fortalecernos mentalmente. Y destaca el trabajo que se realizó en la Provincia para que la incertidumbre y el miedo no nos invadan más de la cuenta “Tanto el Gobierno provincial como el Municipio se han ocupado de la mejor manera, en este tiempo. La trazabilidad ha sido mucho más que eficiente, permitiendo aislar al enfermo y su entorno, sin detener al resto de la población en su funcionamiento”.
¿Es normal lo que pasa?
Gustavo Gómez le da una vuelta de tuerca a lo que se conoce como nueva normalidad. Y nos invita a pensar desde la perspectiva de la anormalidad, “lo que vivimos es una nueva anormalidad, como nunca antes, quizás. Y es anormal si consideramos que el ser humano deberá pasar por un proceso de adaptación que plantea un cambio mental. Es un replanteo de todo que una vez alcanzado se volverá normal”.
Claro está que la vida ha sido lo suficientemente sacudida como para que nos movamos del eje. Y esa transformación que se da incluso en lo cotidiano no resulta familiar a nadie. Explica esto lo que ha ocurrido dentro de tantas casas en las que el buen clima y la armonía pudieron verse afectados por falta de costumbre a una manera de vivir en la que reinó el tiempo compartido.
Y así como muchos redescubrieron a sus familias o sus parejas, no son pocos los casos en los que, por primera vez, se encontraron bajo el mismo techo con personas del entorno, en situación de consumo “en la casa, se empezó a convivir más. Y esa convivencia sacó a la luz ciertas rutinas y formas que hasta ahora no se presentaban. Ciertamente, el tiempo vivido a raíz de la cuarentena operó en favor del consumo y del no consumo. El compartir, el estar, el no salir de casa, dificultó la accesibilidad a las sustancias por parte de aquellas personas que consumían. Pero trajo también abstinencia. Y eso generó cierto desequilibrio dentro del núcleo o entorno cercano”.
“Sin dudas, la salud mental está afectada. Esa alteración tiene graduaciones: algunos se adaptan más rápido, otros son
resilientes y otros
van a sufrir
efectos notables”
GUSTAVO GÓMEZ
MÉDICO PSIQUIATRA
Aquí, Gómez se detiene y pone especial atención. Porque entiende que la accesibilidad se viene naturalizando y debe ser reconsiderada por parte de una sociedad que necesita, de algún modo, distinguir entre lo bueno lo malo. “Es fundamental que todos, incluso ustedes desde los medios, empecemos a hablar más y con fundamentos, sobre los daños potenciales y reales que provocan en el individuo, ciertos consumos. Hoy, la naturalización del consumo es el problema. Y es ahí donde todos debemos estar comprometidos como sociedad. Por eso resulta fundamental realizar un trabajo de psicoeducación, para saber cómo se debe abordar el problema. Cómo se debe acompañar”.
Y sigue diciendo que los mitos y las ideas, tanto como la carga o estigmatización de la persona que consume, lejos están de traer soluciones. “No siempre es necesaria una internación. Hoy se trabaja en conjunto, con un equipo interdisciplinario y el entorno del que está en situación de consumo. Eso genera otra perspectiva, otra confianza, otra manera de encarar la situación”.
Las pantallas
La mirada del psiquiatra también se posa sobre la excesiva participación de lo virtual en nuestras vidas. “El consumo de pantallas se amplió notoriamente. Y si bien es cierto que la conectividad y la virtualización nos ayudó muchísimo en toda esta etapa, debemos entender que el consumo de pantallas es un arma de doble filo. Mucha gente va a quedar excesivamente vinculada a lo virtual, generándose allí una dependencia alarmante y preocupante. Allí es donde debemos poner mayor cuidado. Porque nos genera una constante necesidad de conexión, que a su vez desconecta a las personas de su entorno. Y los padres debemos estar más atentos que nunca, sostiene. “Lo más preocupante y grave es la situación por la que atraviesan los más chicos. Los juegos y las pantallas están creándole una alta dependencia, porque actúan como captores de su atención. Inducen a la activación de un sistema de recompensa permanente, manteniéndolos aislados y, a la vez, ligados sin poder desprenderse de ellas. Ya se nota en ellos que existen ciertos trastornos. Y si los chicos hoy consumen pantallas en forma desmedida, en un futuro son proclives a otro tipo de consumos para calmar la ansiedad. Por eso, el estar con nuestros hijos es tan importante. Y aquí tan importante como el acompañamiento es el saber poner límites”.
Y en este punto, el doctor entiende que hay un camino de salida a toda situación de consumo problemático. O al menos, allí está el secreto para empezar a cambiar. La compañía, el diálogo, el entendimiento y la confianza –junto con la ayuda de un profesional cuando resulte necesario– se presentan como la mejor vía para empezar a transitar un camino más sano. Algo que no es sencillo pero que debe hacerse, más aún en tiempos en los que todo lo que hacíamos dejó de ser tal cual era.