El arquitecto y docente universitario despliega una serie de conceptos que invitan a pensar sobre el contexto en el estamos viviendo.
Siempre me llamó la atención aquellas personas que parecen estar “en su mundo” mientras comparten el espacio que habitamos el resto de los mortales. Carlos Gómez Sierra es uno de esos casos curiosos, al que generalmente se lo puede encontrar en su lugar de trabajo. Y su lugar de trabajo, esparcimiento y proyección no es más que una rica mesa de algún bar o café de la ciudad.
Allí, este apasionado de la buena música, el arte y la vida se aísla, mientras comparte con otros circunstanciales ocupantes el mismo techo. Del techo de los ciudadanos, conversamos más de una vez. Está preocupado por ello porque entiende que este tiempo de pandemia sacó a la luz la necesidad de replantear ciertos aspectos de la urbanización y la vivienda.
De eso se habla en el mundo y en nuestro país tenemos en deuda la redefinición de la ciudad y sus hogares.
Urbanismo
Carlos analiza que el concepto de vivienda social debe ser “replanteado”. “La vivienda social debe contemplar la vida en familia. No pueden vivir tantas personas en un espacio tan limitado; ocurre igual cuando hablamos de los servicios básicos con que se deben contar”. Y agrega que “el mismo replanteo vale para cualquier casa o departamento. Hay que redistribuir todo. Esto también sale a la luz con la pandemia”.
“Las grandes urbes necesitan más verdes. Pero también, mayor espacio para desplazarnos, para movernos, para mantener esta distancia social que hoy es tan necesaria. E incluso para el encuentro. Es decir, más espacio para peatones y quizás, menos para los vehículos”.
El mundo del revés parece ser el que habitamos y que hasta hace no tanto funcionaba a la perfección. “Hoy, los profesionales del urbanismo entienden que es fundamental barajar y dar de nuevo. Porque todo viene cambiando y el mayor cambio es el climático, que más temprano que tarde nos estará afectando”.
“La tendencia es redistribuir las ciudades, con múltiples centros. De manera que todo lo que cualquier ciudadano deba hacer, lo pueda realizar sin necesidad de traslados enormes. Es lo que hoy se conoce como la ciudad de los quince minutos”.
Las ciudades y sus habitantes son un tema recurrente en la charla con el arquitecto. Y al hablar de ello, caemos en los ciudadanos, en los que convivimos, en los que andamos.
“La tendencia es
redistribuir las
ciudades con
múltiples centros.
Es lo que hoy se conoce como la
ciudad de los
quince minutos”
CARLOS GÓMEZ SIERRA
ARQUITECTO DOCENTE
“La reformulación de las ciudades se está dando. Pero necesariamente debe contemplar la esencia del encuentro, porque el ser humano es gregario. Necesita del grupo. La ciudad se define en su espacio público, ya que es el lugar en donde se produce la civilidad. Y civilidad no es otra cosa que encuentro, entre iguales y diferentes. Aún habiendo conflictos, unos y otros convivimos en un lugar en donde necesariamente nos encontramos”.
Más allá de las apariencias, que lo muestran delante de su notebook muy a menudo y encerrado en lo que sus auriculares traen a sus oídos, Carlos Gómez Sierra destaca lo difícil que ha sido este tiempo sin el café, sin los demás habitantes de cada mesa y sin la relación directa, afectiva y efectiva.
La virtualidad
El docente universitario despliega su mirada sobre la experiencia de la virtualidad en el contexto de educación y lo define como un “paliativo”. “La experiencia humana es el contacto, el encuentro. En la virtualidad no hay, no existe ese espacio. Y está claro que es allí donde todo surge”.
Mira a su alrededor, contempla y afirma que “los lugares, los cafés, los recreos… Allí es donde -entre otras cosas- aparece la creatividad. Porque las relaciones son el objetivo, lo demás solo ayuda, pero no suplanta”.
La experiencia cotidiana de clases y exámenes de la facultad vía Zoom le sirven para reafirmar sus conceptos. “La comunicación en grupo vía Zoom no es lo mismo que aquella que se da arriba de una mesa. Lo mismo pasa con un examen. El alumno y el docente, en el encuentro, se comportan muy diferente que delante de una pantalla”.
Lo de Gómez Sierra no es crítica, ni menos una resistencia al avance. Lejos de ello, es un hombre evolutivo que se permite pensar y compartir experiencias vividas para que todo mejore.
“La tecnología es inherente al ser humano. Siempre estuvo, siempre está. Pero entendamos que su exceso genera nuevas conductas. Y aún con ellas, no es posible suplantar la empatía, el compartir, el encontrarnos. Además, por obra y gracia de las pantallas, desde hace tiempo han disminuido nuestros niveles de atención, ya que ellas generan una distorsión temporal, que difiere muchísimo de la relación personal”.
Gómez Sierra sabe perfectamente que la situación en la que hoy todos nos hallamos no es sencilla. Pero desea volver a clases, tanto o más que muchos de los que hoy en sus casas buscan no perder materias o el año, con la ayuda de una computadora o un smartphone.
“La enseñanza debe darse en el aula. Vos no enseñás porque sos docente, sino porque hay alumnos. Y esto, entendámoslo, es necesario: la presencia ayuda al estudiante, al que se está formando”. Por eso remarca que toda esta virtualidad ha servido de ayuda, pero no es el fin, “no suplanta al modelo presencial”.
Mientras tanto, hacemos todo lo posible para seguir adelante en esta nueva normalidad que impone desafíos. También para él que, como de costumbre, ahí está. Pensando, creando, corrigiendo, diseñando, creando. En un espacio común, pero lejos de todos. Subido a sus soportes virtuales que ayudan como medio. Pero que lejos están de ser el fin. Aquel que se da cuando delante de él se presenta alguien con quien compartir. Sin que medie una pantalla.