La homilía del arzobispo, en el marco del aniversario de la coronación de la Virgen, marcó “virtudes” y “defectos” en tiempos de pandemia.
“Aquí estamos de nuevo, queridísima Madre de Itatí, tus hijos, hermanos de tu Hijo Jesús, pueblo peregrino, afligidos por no poder estar cerca tuyo y contemplar tu rostro maternal. Tu mirada de amor nos llenaba de consuelo, de paz y de fortaleza, que tanto necesitamos para ser buenos cristianos y ayudarnos unos a otros en estos momentos de crisis. Nos duele aún más no estar junto a vos, porque este año se cumplen 120 años de la coronación pontificia de tu imagen”, reza la homilía.
En el mismo sentido, destaca que “sabemos que vos, más que nadie, comprende los grandes problemas que nos agobian por las consecuencias de la pandemia del covid-19. Pero aún más allá de las dolorosas secuelas a las que nos somete esta crisis, los heroicos gestos de solidaridad que vemos en tus hijos y tus hijas nos llenan de esperanza. Sin embargo y, por otra parte, nos preocupa mucho que seamos cada vez menos tolerantes con el que piensa diversamente, con poca disposición para el diálogo y para promover una convivencia fraterna y plural, como el mejor correctivo para los individualismos que no se orientan a la búsqueda común de soluciones que alivien a todos, especialmente a los que más padecen esta crisis”.
“Por ello, nos dirigimos a vos, Madre querida, agradecidos por una parte y angustiados e implorantes por otra, para que nos socorras con la gracia de la unidad, del diálogo abierto, y del cuidado por todos. Esa gracia que transforma el corazón, lo hace agradecido y lo dispone para buscar el encuentro con todos los medios que tiene a su alcance; y, a la vez, siente repugnancia a todo lo que es búsqueda ansiosa por el interés individual, particular o sectorial, que siempre se alimenta de la división y sobrevive fomentando el caos. Te contemplamos al pie de la cruz de tu Hijo, ahogada por el dolor, y, sin embargo, entera y con una increíble resistencia interior para mantenerte amando, esperando y confiando en Dios. Necesitamos la gracia de esa resistencia para soportar y permanecer en el esfuerzo por construir encuentro, fraternidad y solidaridad”.
“Con el dolor en el alma por no poder peregrinar, como lo hacíamos todos los años, y no poder saludar a nuestra patrona y protectora a las 0, cuando salía su bella imagen por la puerta principal de la Basílica, lo hacemos ahora desde lo más profundo de nuestros corazones. Desde donde nos encontremos, saquemos los pañuelos para saludar virtualmente a nuestra Madre, pero también para secarnos las lágrimas de emoción que brotan de nuestro corazón agradecido”.