La familia Sosa, como muchos, recrea el escenario del nacimiento de Jesucristo cada 8 de diciembre, pero de una forma singular: la obra es imponente, mide más de tres metros y está compuesta por piezas tan particulares como remotas.
Cada 8 de diciembre la familia Sosa, en pleno barrio La Cruz de la ciudad de Corrientes, arma su pesebre al igual que tantas familias, solo que esta tiene su particularidad: la obra mide más de tres metros de ancho y casi lo mismo de alto y además, lo hacen desde hace 67 años.
Este pesebre, además de ser imponente, está a la vista de los peatones ocasionales que circulan por la zona, que a menudo suelen detener su marcha para contemplarlo. A los costados de la obra, además, hay réplicas en miniatura de pesebres y de la última cena de Jesucristo.
La propiedad de los Sosa se ubica por calle San Luis, entre Rivadavia y Moreno, justo a mitad de la cuadra.
Wilda Sosa y Luis, su esposo, compartieron su historia.
“Comenzaron mis hermanas cuando yo era muy chiquita, recuerdo que tenía 5 años. En aquel entonces mi papá y mis hermanas comenzaron haciéndolo como una costumbre, una tradición, y de ahí seguimos con mis hijas, que ahora ya están casadas, y hoy ya quedamos los dos, mis esposo y yo”, dijo Wilda.
“Todos los años le vamos agregando algo, antes era un poco más chico, pero cada año vamos comprando más componentes del pesebre, entonces se va agrandando”, agregó.
Las piedras que bordean al pesebre son de distintos puntos del país, y son más de 100 las que hay. Provienen de lugares tan lejanos como Chubut, los esteros del Iberá e incluso de la cordillera de los Andes, entre otros sitios.
“Adonde vamos, siempre traemos algo para el pesebre y lo principal son las piedras de las costas del río Paraná”, aseguró Wilda.
Gran parte del pesebre está hecho con elementos naturales reutilizados, como las casitas y corrales de los animales, que son armados con ramas secas.
Luis dijo que hace muchos años, en vez de los actuales globitos que habitualmente adornan el árbol navideño al costado de su pesebre, eran frutos envueltos con papel de cajas de cigarrillos, para hacerlos brillantes.
En este mismo sentido, Wilda dijo que también usaban huevos de gallina.
“Les hacíamos los agujeritos para que no se rompieran y después los pintábamos”, recordó
“Mucha gente viene; el año pasado vino una cantidad de personas e incluso se acercó un diácono a bendecir todos los pesebritos que tenemos, que son una colección de pesebres pequeños. Es una tradición familiar y nos gusta hacerlo”, aseguró Wilda.
La familia, además, cada 6 de enero festeja a san Baltasar, otra tradición local en la zona cercana al barrio Camba Cuá.